viernes, noviembre 17, 2006

Salidas de campo

Este año tenemos asignaturas que ya tienen algo que ver con la carrera. Entre ellas destacan la Zoología y la Botánica. Ambas son similares en cuanto al número de horas de clase, las toneladas de prácticas a las que debemos enfrentarnos, los nombres científicos tan graciosos de los organismos que en ellas se estudian...y las salidas de campo.
Se supone que el objetivo principal de estas últimas actividades es que podamos observar sobre el terreno cómo se desenvuelven en la naturaleza esos seres que en principio son sólo unos nombres más a aprender en las clases teóricas, pero la realidad es que también sirven para observar hábitos curiosos de los otros seres, esos llamados humanos, con los que compartimos dichas clases.
La primera salida fue de Botánica: una visita al puerto de Canencia para familiarizarnos con las especies vegetales que hay por allí. Hacía frío y, aunque tuvimos la suerte de que no nos llovió, la humedad del ambiente era un buen factor para que todo tipo de líquenes y hongos proliferasen. En un momento dado, alguien llamó la atención de nuestra profesora diciendo que había visto un grupo de setas muy curiosas, y ésta acudió pronto para examinarlas.
-¡Son níscalos! -exclama muy contenta-. Aprovechad y coged unos cuantos, chicos, porque hay mucho buscador de setas por aquí y pronto habrán desaparecido...-(todo esto lo dice mientras va recogiendo los níscalos uno tras otro y llenando con ellos una gran bolsa)-. Son un manjar exquisito, coged todos los que queráis y lleváoslos a casa -finalmente se incorpora y nos sigue animando a que cojamos, señalando con la mano hacia un negruzco montón de tierra vacía sobre el cual, veinte segundos atrás, había níscalos. Se guarda la bolsa y emprende alegremente la marcha.
Luego, a la hora de comer, pudimos estudiar las diferentes facetas de la gente de clase. Mis amigos y yo nos reunimos en un pequeño grupo en el cual estaban incluidos, por un lado, dos compañeros nuestros que son capaces de coger la frase más inocente que uno pueda decir y descontextualizarla, adaptarla y sacarla de quicio para convertirla en algo totalmente depravado, y por otro lado un compañero que hemos conocido este año, numerario del Opus Dei y que NO estaba al corriente de esta peculiar forma de ser de nuestros dos amigos...el resultado fue que, cada vez que estos abrían la boca, podíamos observar una transformación alucinante en el rostro del otro, que quedaba convertido en la viva imagen del pánico. Lo cierto es que fue una conversación muy curiosa.

En la segunda salida, de Zoología, se trataba de ir a observar aves a las lagunas de La Mancha. El inconveniente que tiene una salida de Zoología frente a una de Botánica es que, si llueve, los animales tienden a esconderse (tal como dijo Isa, "los animales se quedan en su casa cuando llueve. No se van ahí como imbéciles a estudiar humanos"). Y, cómo no, llovió. Llovió a cántaros. A mares. Nos cayó una lluvia tan bestial que los profesores estuvieron a punto de cancelar la última parte de la salida (cosa que al final no hicieron, para disgusto de todos). Además, el viento gélido que soplaba por allí, aparte de dar la vuelta a los paraguas y destrozar los chubasqueros, tuvo la habilidad de congelar nuestros pantalones empapados, convirtiendo la "excursión" en algo bastante desagradable. Conseguimos ver, no obstante, algunos animales (situación similar a la de la salida de Botánica cuando nuestros dos amigos antes citados se enteraron de que la gallineta tuvo la mala suerte de ser conocida también con el nombre de "polla de agua"), pero cuando finalmente llegamos a la Universidad a las 19:30, estábamos tan agotados y hartos que casi nos habría dado igual no ver nada.
Al día siguiente (ojo, que eso es importante) aparece mi padre con una especie de pantalón de chándal. Compruebo anonadado que es impermeable, y le pregunto "¿Qué es eso?"
"¿Esto? -me responde-. Es un sobrepantalón para los días de lluvia, para sacar al perro a pasear. Lo he comprado esta mañana. ¿A que va a sernos muy útil?"

domingo, noviembre 05, 2006

¿Una fecha más?

Recuerden, recuerden
el cinco de noviembre.
Conspiración,
pólvora y traición.
No veo la demora
y siempre es la hora
de evocarla sin dilación.
¿Y por qué recordar esta fecha? En principio, no parece que valga la pena: tal día como hoy, hace más de cuatrocientos años, un hombre trató de asesinar al rey de Inglaterra y hacer saltar por los aires el Parlamento Británico. No lo consiguió, puesto que fue detenido y posteriormente ahorcado. Fin de la historia. No es digno de ser recordado. Seguramente la gente pensó que no era más que un criminal y que se lo tenía bien merecido...pero lo cierto es que detrás de todo aquello había unos ideales, algo por lo que ese hombre creyó que merecería la pena luchar. Y así lo hizo, afrontando los riesgos y asumiendo las consecuencias, con el ánimo de hacerse oír y de conseguir lo mejor para él y para su gente. Los métodos que utilizó quizá no fueron los adecuados, y sería una barbaridad tratar de justificarlos, pero él consideró que perseguía una causa noble y emprendió su tarea con decisión, alentado por esos ideales. Y eso es algo que sí hace que merezca la pena recordar este día...
Recordemos el cinco de noviembre. Recordemos a Guy Fawkes.