viernes, abril 21, 2006

Notas mentales

En vista de ciertos acontecimientos que llevan algún tiempo ocurriendo, me veo obligado a escribirme una serie de recordatorios que pueden salvarme la vida (a la par que hacer más agradable la de los que están a mi alrededor) muchas veces:
-Ni se te ocurra volver a hacer reír a tus hermanas mientras estén bebiendo Cola Cao (sobre todo si la única servilleta disponible es la tuya).
-Por mucho sueño que tengas por las mañanas, por muy espeso que estés y por mucho que hayas tardado en darte cuenta de que TU posición para salir del autobús es mucho más práctica que la del tío que tienes al lado, si YA le has hecho una seña amable para que pase primero, no te le adelantes. Aparte de quedar como un borde, quedas como un completo idiota.
-Aunque sea muy útil que haya dos puertas abatibles unidas para entrar en la Facultad, y aunque tengas la saludable costumbre de entrar por la que no está utilizando nadie y evitar aglomeraciones (y aunque no sepas por qué misterioso motivo nadie tiene esa misma iniciativa), asegúrate de que no hay nadie en sentido contrario queriendo SALIR del edificio antes de abrir (empujando) la puerta en cuestión.
-Seguro que tu columna vertebral te agradece dentro de unos años que no vuelvas a ponerte a estudiar sentado en el suelo, con la espalda apoyada en el radiador y los pies encima de la mesa.
-Y seguro que el resto de tu organismo te agradecerá también que, cuando tengas que quedarte a comer en la Universidad, pruebes de vez en cuando algo que no sea pizza y hamburguesas (por muy ricas que estén).
-Asegúrate de que has entendido bien todo lo que alguien ha dicho ANTES de hacer ningún comentario estúpido al respecto.
-Si los niños de tu grupo de catequesis te sacan de quicio y no tienes más remedio que explotar y soltar algún grito, piénsalo dos veces antes de usar una palabra malsonante para imponerte: sólo conseguirás que se te queden mirando pasmados dos segundos (eso sí, en completo silencio) y que luego el barullo se reanude, más intenso que antes, lleno de vaciles y amonestaciones (provenientes de las bocas de unos renacuajos piojosos) referidas a que el hecho de haber usado ese lenguaje está muy mal. (Comprobado con satisfacción que el consiguiente "Bien, pues sólo tenéis dos opciones: u os calláis u os largáis", dicho con tono sereno y peligroso, sí que surte efecto).
-Por muy limpio que haya que mantener el campus, y por muy ecologista que uno sea, si vuelves a dejar una lata de Aquarius vacía en el césped y luego la vas a recoger para tirarla, mira bien que no haya estado reposando cerca de un hormiguero si no quieres comprobar (demasiado tarde) lo mucho que les gusta a las hormigas el Aquarius. En ese caso, para otras veces, habrá que dejar a un lado la ecología y la limpieza y largarse con viento fresco. (Es preferible a ser devorado por veinte millones de hormigas sedientas).
-Que no se te vuelva a olvidar en esta época del año meter el Ventolín en la bolsa del gimnasio para ir a karate si no quieres verte agonizando al final del calentamiento.
De momento, creo que tengo bastante con ésas...posiblemente, continuará...

jueves, abril 06, 2006

Oh, qué hermosa mañana...

A las siete y veinte de la mañana aparece mi madre en mi habitación: "Oye, que ya es la hora. Nosotras nos vamos...acuérdate de sacar al perro, pero ten cuidado porque está lloviendo, y...¡ah, ya! No sé si podrás ducharte, porque la caldera está fallando...venga, buen día".
Después de farfullar un "hmñsigualmente", me quedo pensando en lo que acabo de oír (y que, por lo temprano de la hora, no he podido procesar bien a la primera). Concluyo que tampoco es nada del otro mundo y me pongo en marcha. Nada más recuperar plenamente la consciencia, acude a mi cabeza el recuerdo de un correo electrónico que leí ayer acerca del fantasma de una niña de nueve años asesinada, que se aparece continuamente y atormenta con sus terribles gritos a todos aquellos que no lo hayan reenviado a 25 personas (o sea, a todos aquellos que hayan hecho como yo). Me angustio un poco y me sorprendo encendiendo todas las luces de la casa de camino al baño.
Me meto en la ducha. Pruebo el agua: está calentita. Menos mal, al final resulta que la caldera no se ha ido a tomar por saco...empiezo a ducharme.
Huelga decir que, por supuesto, la caldera acaba yéndose a tomar por saco, pero tiene el detallazo de no hacerlo hasta que me he enjabonado bien enjabonadito. El agua se congela. Calma, puede ser una falsa alarma. Dejemos correr el agua un rato...
Dejo correr el agua uno, dos, tres, cuatro y hasta cinco ratos. Después de mirar al cielo (o al techo del baño, vamos) y preguntar qué narices le he hecho a Dios esta mañana (vigilando mientras tanto por si aparecía el fantasma de la niña satánica esa), descubro una faceta de mi personalidad que es completamente nueva: soy capaz de gritar, insultar y amenazar de muerte a un puñetero grifo si no me da agua caliente. Al grifo, por supuesto, le da igual, y opta por ignorarme y seguir con su agua a 2ºC. Miro al grifo, miro por encima de mi hombro por si está la niña, constato que no está, pienso "vamos allá" y acabo de ducharme entre ayes, huyhuyhuys y cago'ntupadres. Después, triunfante, le pregunto al grifo: "¿Y ahora quién se ríe?"
Me visto. Salgo del baño aquejado de temblores, crujidos de los dedos de mis pies al reanudarse la circulación de la sangre por los mismos, y convulsiones.
Desayuno y miro por la ventana. No llueve...perfecto.
Miro al perro, le digo "Athos, vamos de paseo", y en ese momento empiezo a oír el plic-plac-plic-ploc de la lluvia sobre el tejado.
Maldiciendo, salgo corriendo con el perro por el campo de siempre. Una vez allí, me doy cuenta de que la que cae es una lluvia muy fina y tampoco hay que dramatizar tanto...
Vuelvo a casa tras descubrir por qué llamamos "calabobos" a esa lluvia fina. Salgo pitando hacia la parada del autobús, bastante raspado de tiempo.
"Holaaa...¡huy!, ¿estás bien...? Te veo un poco raro", son las primeras palabras que me dedica Isa al llegar a la Universidad...