domingo, febrero 11, 2007

Cáspita

Acaban los exámenes. Por fin. Parecía que ese momento no iba a llegar nunca, pero sí que llega.
Y para celebrarlo, ¿qué mejor que una tranquila quedada con los amigos, ya libres de estrés y agobio? Nuestro objetivo: la exposición de Escher que hay cerca de Plaza de Castilla y que llevamos tiempo queriendo visitar. Allá nos vamos Álvaro, Javi, Isa y el menda.
Llegamos allí, compramos las entradas y bajamos al recinto, donde nos aguarda un arco detector de metales y una máquina de rayos X. "Móviles apagados, por favor...-nos indica el personal-. Las mochilas pasadlas por aquí, y todo lo que llevéis que sea metálico dejadlo en esta mesa, por favor".
Seguimos las instrucciones: las llaves, monederos, móviles, prótesis dentales y piernas ortopédicas van a parar a la mesa, mientras nuestras mochilas son examinadas en la maquinita de marras. A continuación recogemos las cosas y seguimos nuestro camino.
A los pocos pasos, Álvaro, que iba rígido a más no poder, suelta un suspiro de alivio y se lleva la mano a la frente:
"Dios bendiga la seguridad española -dice-. Llevo en la mochila todo el material de disección y todo el juego de cuchillas del bisturí..."
Isa parpadea, parece caer de pronto en la cuenta de algo y dice a su vez:
"Upsss...yo llevo la navaja" (haciendo alusión a un recuerdo que le traje de Albacete, con una hoja de unos 10 u 11 centímetros considerablemente afilada).
"Bien, pues lo que tenéis que hacer ahora -dice una tercera voz a nuestra espalda- es volver a subir y dejarlo todo allí".
Absolutamente acoj*nados y completamente patitiesos nos damos la vuelta, para descubrir a un individuo de mediana edad, con pelo y barba castaños, al que no habíamos visto antes debido a que se encontraba inmerso en la oscuridad que reinaba detrás de nosotros, y que lleva un uniforme azul en cuya camisa figura la palabra "seguridad"...